Sunday, March 11, 2007

Real Academia de la Hipocresía

Si buscamos la palabra “inmigrante” en el diccionario de la Real Academia de la Hipocresía Global (RAHIG), nos encontraremos con un espejo mágico cuya virtud es la de reflejar una realidad opuesta al sentido común. Esta venenosa ilusión muerde nuestra conciencia colectiva, de tal manera que nos hace vivir dentro de aquel macabro reflejo que miente sin ningún remordimiento y nos llena de conceptos erróneos, para vivir un camino pesado de culpas y vergüenzas que no deberíamos cargar.
Según la RAHIG, ser inmigrante es sinónimo de inferioridad, de retraso, de ineptitud, de fracaso, sospechoso de terrorismo o un potencial enemigo público en cualquiera de sus formas. Además también servimos para ser maltratados y humillados según se presenten las oportunidades. El mundo se ha infestado de inmigrantes, de tal manera que combatir la delincuencia, es ahora enarbolar la bandera contra los indeseados extranjeros tercermundistas que han salido de sus miserables tierras a invadir naciones ajenas. En pocas palabras los inmigrantes somos la lacra del mundo. Este diccionario de la globalización ha manchado nuestros rostros y nos han convertido en mercancía barata que se auto-discrimina gracias a estos conceptos falaces que van carcomiendo nuestras mentes. En el terreno de nuestro peregrinar encontramos todo tipo de depredadores al acecho que no sienten la necesidad de camuflarse para devorar nuestra dignidad, ya que cada vez reclamamos menos nuestros derechos y nos sometemos a los diversos abusos legales o laborales, siempre temerosos, dispersos y sumisos.Es cierto que estamos perdiendo la batalla gracias a nuestra inacción.
Es cierto que es difícil nadar contra la corriente y romper tantas quimeras insertadas en nuestra conciencia. Es cierto y triste, que sin ser ciegos vivimos en la oscuridad de nuestro pesimismo y no nos atrevemos a caminar erguidos con la dignidad bien puesta. Es triste la realidad, tal vez por eso nos aferramos tanto a la mentira y la banalidad…
A pesar de todo, hay un mundo nuevo que nos espera con los brazos abiertos para felicitar nuestro coraje de despertar y afrontar la realidad, un mundo cuyas puertas se abrirán cuando nos atrevamos a conquistar nuestros derechos como seres humanos, un mundo donde no exista la Real Academia de la Hipocresía y el inmigrante sea tratado con amor y respeto. Pero ese día no llegará si callamos. Hoy es cuando debemos exigir y demandar que nuestros derechos sean respetados. La realidad del inmigrante en todo el mundo es dura y conmovedora. La miseria y la falta de oportunidades que sufren nuestros países, las cuales han sido sembradas por las grandes trasnacionales y la ambición asesina y desmesurada de un grupo de poderosos, nos han obligado a millones de personas a dejar hogares, tierras, seres queridos, etc… La injusticia nos ha convertido en forasteros sospechosos e indeseados, pero debemos aclarar que todo esto tiene un origen que podemos resumir fácilmente y demuestra que los inmigrantes no somos inferiores, ni mucho menos fracasados. Los inmigrantes hemos salido al terreno del enemigo a hacerle frente, a infiltrarnos en su economía y enviar pequeñas riquezas a nuestros países, estamos haciendo a pequeña escala lo que la ONU prometió hacer a gran escala y no puede cumplir: erradicar la pobreza en el mundo.
El terreno del enemigo
Podemos considerar enemigo a quien nos maltrata, nos roba, nos humilla, esclaviza y hace miserable la vida de nuestros hijos. En un mundo civilizado y regido por leyes internacionales, toda violación de los derechos humanos es denunciable y sancionable por supuesto. Sin embargo, el mundo de hoy muestra su faceta inhumana gracias a que está bajo el absoluto control y dominio de Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia y Reino Unido, que son los miembros más poderosos del Fondo Monetario Internacional (FMI). Este quinteto omnipresente en cada rincón del planeta, ha desarrollado un modelo económico mundial que cada día empobrece más a los pobres y enriquece más a los ricos. El FMI es el enemigo invisible, el que fabrica enfermedades, desnutrición y guerras lejos de sus propios países. Es el FMI quien decide cuánto debemos invertir en desarrollo, educación, salud, investigación, etc… en todos los países pobres y “democráticos”. Es el responsable directo de todo este absurdo en el mundo. Sus acompañantes más fieles son el Banco Mundial (BM) que es gobernado por 8 países y la Organización Mundial del
Comercio, que es el encargado de proteger los intereses económicos de las grandes corporaciones, que entre otras cosas, permite que los autos Nissan, Ford o Mazda por ejemplo, ingresen a los países pobres y sean tratados mil veces mejor que un inmigrante pobre cuando ingresa a un país rico. Los derechos de un producto elaborado por una marca mundial está blindado gracias a la OMC, de esa manera, la marca Nike a pesar de estar envuelto en grandes escándalos como el de la explotación infantil, puede seguir funcionando hasta la próxima extinción en el planeta gracias a su poder económico y la tutela de la OMC. Sin embargo, en la frontera que separa a Medilla y Marruecos, los europeos arremeten contra los africanos que tratan de ingresar a España huyendo del hambre y la desesperanza en busca de trabajo y dignidad para sus familias. Las autoridades de la Unión Europea castigan a los negros prohibiendo su paso utilizando la fuerza, el maltrato y total vejación de sus derechos fundamentales, porque estas grandes naciones son incapaces de entender lo que es padecer la miseria.
Pero no hay muros ni vallas que puedan ocultar la realidad del planeta, y nosotros los inmigrantes somos el testimonio vivo de lo que está sucediendo ahora en nuestro mundo. No debemos permitir que la Hipocresía Global nos intimide y menosprecie, porque llevamos dentro sed de justicia que veremos saciada cuando nuestros hermanos en cada rincón de la tierra sean realmente libres y tengan acceso a la salud, educación, alimentación, etc… Cada inmigrante es un soldado del mundo que no descansará sus pasos hasta no ver las fronteras libres de trincheras. Cada inmigrante lleva inherente la paz y la protesta antes que un pasaporte visado, porque la naturaleza es incondicional con sus habitantes y sabe que el permiso de su peregrinar se lo brinda la vida y no un sello de hipócrita compasión. Somos una hermandad que tarde o temprano se unificará porque ese es nuestro destino y cuando lo hagamos, los derechos del ser humano serán realmente reivindicados.

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