Es irónico que los inmigrantes indocumentados en Japón, que llevan varios años coleccionando las peores experiencias de abusos laborales y maltratos sociales, sean los que mejor beneficien a un gran sector empresarial que enriquece su patrimonio explotando las necesidades de estos.
Los trabajos más pesados y sucios en las fábricas siempre son destinados a los inmigrantes. Sin embargo, existen labores que nadie quiere realizar por ser demasiado fuertes o tóxicos, y es ahí donde el ilegal encuentra un refugio a pesar de las precarias condiciones en las que se les ofrece.
La mano de obra barata es el sueño que ven cumplido las grandes empresas trasnacionales gracias a la migración de millones de individuos tercermundistas. Los gobiernos saben perfectamente que el inmigrante es vital para el desarrollo de su economía, y que los ilegales cumplen un papel fundamental en este sucio juego donde el que lleva la peor parte siempre es el indocumentado.
Lo que debemos tener presente a toda hora, es que un individuo a pesar de estar indocumentado lleva inherente en su propia existencia sus derechos fundamentales, independientemente del lugar donde se encuentre. El no poseer un sello en el pasaporte no convierte a las personas en animales o entidades fantasmas que carecen de derechos que deben de ser respetados por todos. Sin embargo muchos hemos sido testigos de cómo las propias autoridades ejercen el maltrato y la discriminación sistemáticamente, intimidando con actos agresivos a todo aquel que tiene rostro tercermundista. Actos de hipocresía descomunal promovidas por intereses empresariales o electorales perpetran persecuciones y caserías de personas indocumentadas a vista y paciencia de una sociedad llena de indiferencia y perjuicios contra todo lo que se ve diferente. Todos ganan con los indocumentados, los contratistas, las fábricas, el gobierno, la policía, la mafia organizada, los abogados, las oficinas consulares, y un largo etcétera. Pero cuando llega la temporada de casería, el ilegal se encuentra solo y desprotegido, huye por los arrozales como culebra, por los drenajes como rata, por los techos y ventanas como delincuente, cambia de forma y se mimetiza instantáneamente para no ser visto, pero al final es denigrantemente capturado mientras que la mafia al otro lado de esta isla desembarca un nuevo lote de indocumentados para reemplazar a los desdichados.
En el proceso de deportación, la policía de inmigraciones no pone el más mínimo empeño en investigar a fondo las organizaciones que trafican con ilegales, el gobierno no investiga a los contratistas ni a las fábricas que contratan ilegales ni mucho menos las sancionan ejemplarmente, evidenciando con esto una especie de “Hipocresía de Estado” respecto a este tema.
Es una época difícil en donde el individuo con mano de obra no calificada, compite no sólo contra las máquinas robotizadas que producen a una velocidad imposible de igualar, sino que también tiene que hacer frente a la reducción de salarios, beneficios y diversos derechos laborales. Más horas de trabajo por menos salario, mientras el costo de vida sube y nadie tiene tiempo de reclamar sus derechos perdidos. Los medios de comunicación se vuelven los voceros de consumismo y entretienen con noticias absurdas aletargando el pensamiento de la colectividad para obtener diversos privilegios de los poderosos, incluso critican y menosprecian a las personas que hacen uso de su libertad de expresión en los diversos foros de internet o blogs personales, puesto que ellos sueñan con mundo sumiso y de pensamiento único fácil de manipular y explotar. Los dueños de estos medios de comunicación podrían estar presos purgando condena según Marco Aurelio De Negri que dice: “Embrutecer debería de ser un delito”.
El inmigrante bien informado y organizado puede obtener grandes logros rompiendo el silencio, compartiendo experiencias y denunciando cada maltrato por pequeño e insignificante que parezca. El consulado tiene entre sus funciones proteger los derechos fundamentales de sus ciudadanos en el país que se encuentren. Sin embargo son escasas las quejas o denuncias formalizadas en las oficinas consulares. Esto se debe a diversos motivos entre los cuales pueden destacar más la falta de tiempo, la poca confianza que se le tiene a esta entidad pública, y sobre todo a la ausencia de información al respecto. La mayoría piensa que el consulado existe solo para trámites y legalización de documentos, pero esto no es así. Lamentablemente nadie se esmera en divulgar y resaltar la importancia de mantener una fluida relación con nuestros consulados para exigirles que hagan respetar nuestros derechos como individuos, entre otras cosas, porque si la ciudadanía no actúa nuestras autoridades mucho menos.
Es ridículo hasta el espanto que por el hecho de no tener visa en Japón, una persona no tenga acceso a la salud, a la educación, y a un trabajo digno. Esto desobedece abiertamente la Declaración Universal de Los Derechos Humanos. Es un escándalo que esto suceda en un país que se ufana de su poderío económico, pero que no se avergüenza de su carencia de principios y de prioridades humanitarias.
En los Estados Unidos los inmigrantes han sabido conquistar muchos derechos independientemente de su visado. En varios estados un inmigrante ilegal puede tener licencia de conducir, seguro médico de salud, educación en universidades públicas, además, ser un ilegal en EEUU no es un delito, y con todos estos logros obtenidos los inmigrantes siguen luchando por mejores condiciones laborales, etc.
Estar divididos por diversos motivos es lo que nos hace débiles a los inmigrantes. Creer que existe una diferencia entre legales e ilegales equivale a pensar que algunas personas tienen más derecho que otras a un trabajo digno y a un trato humano. Es tiempo de consolidar una sola fuerza que nos permita ver más allá de las banales diferencias. Un demócrata Norte Americano dijo:"La libertad sin igualdad es una hermosa palabra de claros acentos pero de escuálidos resultados." Luchar por la igualdad es una tarea de todos.
Los trabajos más pesados y sucios en las fábricas siempre son destinados a los inmigrantes. Sin embargo, existen labores que nadie quiere realizar por ser demasiado fuertes o tóxicos, y es ahí donde el ilegal encuentra un refugio a pesar de las precarias condiciones en las que se les ofrece.
La mano de obra barata es el sueño que ven cumplido las grandes empresas trasnacionales gracias a la migración de millones de individuos tercermundistas. Los gobiernos saben perfectamente que el inmigrante es vital para el desarrollo de su economía, y que los ilegales cumplen un papel fundamental en este sucio juego donde el que lleva la peor parte siempre es el indocumentado.
Lo que debemos tener presente a toda hora, es que un individuo a pesar de estar indocumentado lleva inherente en su propia existencia sus derechos fundamentales, independientemente del lugar donde se encuentre. El no poseer un sello en el pasaporte no convierte a las personas en animales o entidades fantasmas que carecen de derechos que deben de ser respetados por todos. Sin embargo muchos hemos sido testigos de cómo las propias autoridades ejercen el maltrato y la discriminación sistemáticamente, intimidando con actos agresivos a todo aquel que tiene rostro tercermundista. Actos de hipocresía descomunal promovidas por intereses empresariales o electorales perpetran persecuciones y caserías de personas indocumentadas a vista y paciencia de una sociedad llena de indiferencia y perjuicios contra todo lo que se ve diferente. Todos ganan con los indocumentados, los contratistas, las fábricas, el gobierno, la policía, la mafia organizada, los abogados, las oficinas consulares, y un largo etcétera. Pero cuando llega la temporada de casería, el ilegal se encuentra solo y desprotegido, huye por los arrozales como culebra, por los drenajes como rata, por los techos y ventanas como delincuente, cambia de forma y se mimetiza instantáneamente para no ser visto, pero al final es denigrantemente capturado mientras que la mafia al otro lado de esta isla desembarca un nuevo lote de indocumentados para reemplazar a los desdichados.
En el proceso de deportación, la policía de inmigraciones no pone el más mínimo empeño en investigar a fondo las organizaciones que trafican con ilegales, el gobierno no investiga a los contratistas ni a las fábricas que contratan ilegales ni mucho menos las sancionan ejemplarmente, evidenciando con esto una especie de “Hipocresía de Estado” respecto a este tema.
Es una época difícil en donde el individuo con mano de obra no calificada, compite no sólo contra las máquinas robotizadas que producen a una velocidad imposible de igualar, sino que también tiene que hacer frente a la reducción de salarios, beneficios y diversos derechos laborales. Más horas de trabajo por menos salario, mientras el costo de vida sube y nadie tiene tiempo de reclamar sus derechos perdidos. Los medios de comunicación se vuelven los voceros de consumismo y entretienen con noticias absurdas aletargando el pensamiento de la colectividad para obtener diversos privilegios de los poderosos, incluso critican y menosprecian a las personas que hacen uso de su libertad de expresión en los diversos foros de internet o blogs personales, puesto que ellos sueñan con mundo sumiso y de pensamiento único fácil de manipular y explotar. Los dueños de estos medios de comunicación podrían estar presos purgando condena según Marco Aurelio De Negri que dice: “Embrutecer debería de ser un delito”.
El inmigrante bien informado y organizado puede obtener grandes logros rompiendo el silencio, compartiendo experiencias y denunciando cada maltrato por pequeño e insignificante que parezca. El consulado tiene entre sus funciones proteger los derechos fundamentales de sus ciudadanos en el país que se encuentren. Sin embargo son escasas las quejas o denuncias formalizadas en las oficinas consulares. Esto se debe a diversos motivos entre los cuales pueden destacar más la falta de tiempo, la poca confianza que se le tiene a esta entidad pública, y sobre todo a la ausencia de información al respecto. La mayoría piensa que el consulado existe solo para trámites y legalización de documentos, pero esto no es así. Lamentablemente nadie se esmera en divulgar y resaltar la importancia de mantener una fluida relación con nuestros consulados para exigirles que hagan respetar nuestros derechos como individuos, entre otras cosas, porque si la ciudadanía no actúa nuestras autoridades mucho menos.
Es ridículo hasta el espanto que por el hecho de no tener visa en Japón, una persona no tenga acceso a la salud, a la educación, y a un trabajo digno. Esto desobedece abiertamente la Declaración Universal de Los Derechos Humanos. Es un escándalo que esto suceda en un país que se ufana de su poderío económico, pero que no se avergüenza de su carencia de principios y de prioridades humanitarias.
En los Estados Unidos los inmigrantes han sabido conquistar muchos derechos independientemente de su visado. En varios estados un inmigrante ilegal puede tener licencia de conducir, seguro médico de salud, educación en universidades públicas, además, ser un ilegal en EEUU no es un delito, y con todos estos logros obtenidos los inmigrantes siguen luchando por mejores condiciones laborales, etc.
Estar divididos por diversos motivos es lo que nos hace débiles a los inmigrantes. Creer que existe una diferencia entre legales e ilegales equivale a pensar que algunas personas tienen más derecho que otras a un trabajo digno y a un trato humano. Es tiempo de consolidar una sola fuerza que nos permita ver más allá de las banales diferencias. Un demócrata Norte Americano dijo:"La libertad sin igualdad es una hermosa palabra de claros acentos pero de escuálidos resultados." Luchar por la igualdad es una tarea de todos.